jueves, 1 de noviembre de 2012

OFRENDA SEGUNDO LUGAR


































OFRENDAS  DE  SANCTORUM TLAX.
Las Vigas es una pequeña población veracruzana que se localiza entre las ciudades de Xalapa y Perote. Situada entre las montañas de la sierra, el frío y la humedad dan al poblado un carácter triste y silencioso. Después que el sol brillante calienta los tejados y da vida a los campos, desde las cañadas sube la neblina, se filtra por bosques y sembradíos, penetra por las callejuelas y cubre el caserío, entonces el paisaje parece visto a través de un cristal empañado.

En este pueblo, el 30 de diciembre de 1884, nació un niño a quien bautizaron como José Silvestre Rafael de Jesús. En el registro civil fue inscrito solamente con el nombre de Rafael. Sus padres fueron don Francisco Javier Ramírez y doña Pascuala Castañeda, ambos también originarios de Las Vigas.

La familia de los Ramírez Castañeda era numerosa pues procrearon ocho hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres, lo que no resultaba raro, pues en aquella lejana época había muchos matrimonios con diez o más hijos. Don Francisco era un hombre pobre; a duras penas podía sostener a su numerosa prole con su trabajo de tejedor de lana en el rústico telar que tenía en su modesta casa, construida con tablones de madera y techo de teja manil. Doña Pascualita, como todos la llamaban, atendía con mucho esfuerzo sus deberes y siempre ayudaba a los demás; en el pueblo era muy reconocida por su bondad y por su generosidad a pesar de la pobreza en que vivía.

Rafael vio pasar su infancia llena del cariño y del calor de la familia pero colmada también de angustiosa penuria. Contaban, quienes lo conocieron de niño, que para no gastar los únicos zapatos que tenía y que sólo usaba para ir a la escuela, al salir de ésta para ir por ahí con sus amigos a correr alguna aventura al campo o en las afueras de la población, se los quitaba, les ataba las agujetas y se los colgaba del hombro.

Por aquel entonces, al igual que Rafael, miles y miles de niños mexicanos sufrían las mismas penalidades y pobrezas. El presidente de la República era el general Porfirio Díaz; llevaba ya más de quince años de gobernar a la nación y, aun cuando había realizado grandes obras para modernizar al país, no había logrado disminuir la gran pobreza en que se debatía la mayoría de la población, que sólo contaba con su fuerza de trabajo para, por un salario miserable, emplearla en el campo al servicio de los grandes hacendados y en la ciudad, a disposición de los dueños de fábricas y comercios.

Rafael Ramírez cursó en la escuela de su pueblo los cuatro grados que ésta ofrecía. Como don Francisco Javier ya había muerto, doña Pascualita, atendiendo las recomendaciones de uno de los maestros de Rafael, dio su consentimiento para que el niño continuara estudiando en Xalapa. Rafael terminó su educación primaria y enseguida solicitó inscribirse en la Escuela Normal del Estado, en la propia ciudad de Xalapa, para cursar la carrera de profesor. Fueron cinco años de estudios, de grandes sacrificios y de muchas carencias, pero al fin obtuvo el título de profesor que tanto anhelaba.

Durante más de dos años, Rafael Ramírez trabajó en escuelas de nuestro estado de Veracruz; luego, aceptó la dirección de una escuela en Durango, y poco después, aprovechando la oportunidad que le brindó uno de sus antiguos maestros de Xalapa, fue a trabajar con él a la Ciudad de México en una escuela primaria industrial.

Allí lo sorprendió, en 1910, el estallido de la Revolución encabezada por don Francisco I. Madero, movimiento armado al que se lanzaron los mexicanos con la esperanza de cambiar las condiciones de injusticia, ignorancia y miseria en que vivía la gran mayoría de la población. En esta lucha justiciera también participaron un hermano de Rafael Ramírez y otros familiares.

El trabajo eficiente del maestro Rafael Ramírez en aquella escuela primaria industrial se hizo notar y pronto le solicitaron las autoridades educativas su colaboración para reorganizar la Escuela Industrial de Huérfanos. A partir de ese momento, se dedica con toda su voluntad y empeño a difundir este tipo de educación en el país, y para ello, escribe el libro "La Educación Industrial", que habría de ser el primero de los muchos y valiosos libros que escribió para la educación del pueblo mexicano.

Al poco tiempo, ya es catedrático en la Escuela Normal Primaria y funcionario en la Secretaría de Educación Pública. Por el año de 1923, debido a que se planeó un nuevo sistema para educar a los mexicanos, Rafael Ramírez formó parte de una primera Misión Cultural, cuyo propósito era el de fomentar la educación en las comunidades rurales indígenas. Allí se da cuenta de los grandes problemas que vive la gente en el campo y decide emplear toda su voluntad y capacidad para ayudar a resolverlos por medio de la escuela.

Apoyándose en lo que decían otros grandes pensadores extranjeros y nacionales, y en sus propias ideas y experiencias, el maestro Ramírez pone manos a la obra y va creando poco a poco la forma en que deberían de trabajar los maestros en las escuelas del campo y va explicando el porqué de ese trabajo.
Así, al paso de unos cuantos años, se formó todo un sistema escolar, conocido como la Escuela Rural Mexicana, una creación revolucionaria para ayudar a liberar al pueblo y para formar a los hombres que la triunfante revolución exigía.

Para el maestro Rafael Ramírez, la escuela rural no sólo debía servir para que los niños de la comunidad aprendieran lo que es necesario aprender, sino que la escuela debía funcionar como una verdadera Casa del Pueblo donde también los adultos, hombres y mujeres, asistieran a ella con el fin de aprender cosas útiles para mejorar sus condiciones de vida. Poco a poco, el territorio de nuestra patria se fue cubriendo de escuelas rurales, casas del pueblo hechas por el pueblo y para el pueblo. En ellas estaba siempre presente y dispuesto al trabajo el maestro, el profesor rural, humilde, pero siempre digno, siempre respetado y apreciado por la gente. Claro que esta obra tan grande no fue producto únicamente del pensamiento y del trabajo de don Rafael Ramírez, sino que en ella participaron otros grandes maestros y, sobre todo, los sufridos profesores rurales que con muchos sacrificios y extraordinaria dedicación hicieron realidad la Escuela Rural Mexicana.

Puede considerarse que la Escuela Rural Mexicana, como sistema y como forma de acción educativa y social, se inició aproximadamente por el año de 1925; tuvo gran apoyo del gobierno y alcanzó su mayor auge entre 1930 y 1940; a partir de allí, comenzó a declinar debido a que el gobierno de la República cambió la orientación de la educación, decidió que en el país las escuelas trabajaran y educaran de otro modo.

Aunque los planteles y los profesores rurales permanecieron en las comunidades, el trabajo escolar y sus resultados ya no fueron como antes; la escuela rural dejó de ser la casa del pueblo y se dedicó a enseñar únicamente a los niños, tal como lo hace cualquier otra escuela primaria común y corriente.

El maestro don Rafael Ramírez Castañeda merece el bien de la patria, la gratitud de los mexicanos. Fue el mayor impulsor, organizador y guía de la Escuela Rural Mexicana; escribió por ella y para ella más de veinte libros y la convirtió en un sistema tan notable que incluso se divulgó en otros países. Don Rafael Ramírez murió en la Ciudad de México el 29 de mayo de 1959.

En reconocimiento a sus altos méritos, en abril de 1968, el gobernador del estado decretó imponer el nombre del profesor Rafael Ramírez al municipio y poblado de Las Vigas, lugar de su nacimiento. Un mes más tarde, en ocasión del Día del Maestro, se develó una estatua del maestro Ramírez en el centro de la propia población que lo vio nacer. De este modo, el pueblo veracruzano rindió homenaje póstumo a Rafael Ramírez Castañeda, eminente educador y mexicano ejemplar


RAFAEL  RAMIREZ  CASTAÑEDA.

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